Mi Camino en los Monegros: Fraga-Zaragoza

Los Monegros, Huesca, España
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Descripción

A Ramón le conocí por motivos profesionales hace muchos años. Hemos lidiado bastantes batallas juntos y lo considero un buen amigo. Ramón no conocía el Camino de Santiago más que por alguna noticia televisiva y se sorprendió cuando el año pasado supo que yo me iba al Camino, y se siguió sorprendiendo cuando ha ido teniendo conocimiento de mis pasos.

Pero ya no se sorprendió tanto cuando le pedí que me acompañara hasta Fraga el día 2 de enero, cuando mi autobús de la Alsina Graells llegase antes de las 9 de la mañana a Lleida, su ciudad.

I.- DE LA AMISTAD A LA FRIALDAD.

2 de enero de 2.004. Fraga-Candasnos, 28 kms.

La mañana ilerdeta estaba fría pero radiante. Karlos fue el primer peregrino en llamarme, ¿ya caminas?. No, aún no. En la puerta de la estación de autobuses esperaba a que Ramón viniera a buscarme. Al salir de Lleida le enseñé la primera flecha amarilla del día. El no sabía ni que existían ....

En Fraga, el consabido bocata. En el bar, pido que me sellen, ¿porqué? me preguntan extrañados... Empiezo a caminar en Fraga y aquí quiero sellar, pero no se lo explico, creo que no me entenderían.

Ramón me acompaña a la carretera de Mequinenza, el Camino sale de la calle Monasterio de Sigena; junto a “Gruas Cabós”, encontramos la primera flecha fácilmente. El Monasterio está a pocos kilómetros pero no hay tiempo para la visita.

· Ramón, gracias por acompañarme...
· No, aquí no te dejo, ¿y si no hay más flechas?
· Claro que hay más flechas, un poco más adelante habrá otra ...

· Bueno, vamos, que quiero comprobarlo...

Y así un par de kilómetros... Ramón no se creía que una flecha sucediera a la otra ... y así hasta Santiago. Lo tuvo que ver con sus propios ojos, ... “ver para creer”.

Al despedirnos le doy un pin de l’Associación como recuerdo por haber sido mi “coche de apoyo” en los treinta y tantos kilómetros que separan Lérida de Fraga. Si hubiera dispuesto de un día más para caminar, no habría hecho falta.

Justo salir de Fraga se inicia la subida por el Barranco del Camino Viejo entre frutales desnudos que van quedando atrás. Es la subida del “Ventorrillo”. Larga y constante subida, hace viento, mucho! ¿será por eso que le llaman el “Ventorrillo”?

En los primeros kilómetros acuso el exceso de turrones y de cigarrillos de los últimos días. Ya es tarde para arrepentirse.

El Cinca va quedando a mi espalda, en un recodo del Camino, el valle queda a mis pies, Fraga es una mancha gris que se diluye, que se la lleva el viento ...

A cada repecho que alcanzo me encuentro con uno nuevo, siempre subiendo, la vegetación desaparece, el entorno es de un gris clarito... como en una película a la que se le han ido los colores.... sólo el cielo es azul. En algún punto, la repoblación forestal pone un toque de color verde brillante.

El fuerte y constante viento de cara empieza a molestarme. En un recodo descanso cinco minutos y se dispara el móvil; algunos amigos peregrinos empiezan a llamar, pero unos me dan más ánimos que otros.

Cuando llego a la cima, una gran llanura se extiende ante mí, hasta el horizonte; quebrada por alguna antena y por algún montículo .... el camino es una herida serpenteante en un desierto gris; son los Monegros en estado puro.

El viento es ensordecedor; tanto, que apaga el tintineo del cencerrillo que cuelga de mi mochila. A veces no me deja avanzar, y cuando en algún recodo, me llega ladeado, es como si me empujara hacia el barranco.

El Ventorrillo es punto mítico de camioneros, como una casita destartalada del viejo oeste, el primer lugar habitado desde que salí de Fraga. Tiene fama de que allí, ningún peregrino se siente extraño. Pero está cerrado, del 1 al 7 de enero, un mal pintado cartel, anuncia unas supongo que merecidas vacaciones.

Unos metros más adelante, una gasolinera. Al entrar, me sorprende el silencio. El viento ha desaparecido, el silencio me aturde. En la distancia, comparto una cerveza con Ana, está feliz; el bocata no lo comparto, está malísimo, pero no hay nada más.

Sigo, nueva inmersión en el viento.

El Camino se dirige hacia Ventas del Rey, cuatro casas abandonadas y otra gasolinera donde descansar un rato del viento. Hay cambio de turno en la gasolinera y están de buen humor, al menos aquí contestan a mi saludo y me preguntan si estoy haciendo el Camino.

Sigo, nueva inmersión en el viento.

Las flechas han desaparecido, no hay piedras ni árboles donde pintarlas; ni siquiera postes de electricidad. Las sustituyen cintas amarillas con las letras azules del Camino que se atan a grandes matas que parecen escobas de las antiguas.

Me encuentro con un rebaño, únicos seres vivos en kilómetros a la redonda. Se asustan, los machos empujan a las ovejas para que se aparten del Camino, debo parecer un leproso con la campanilla sonando... En el interior de un coche rojo, dormita el supuesto pastor.

Me llaman la atención esos esqueletos de plantas que van rodando con el viento como en las películas del Oeste; parecen balones que han perdido el pellejo.

Mi objetivo de hoy es Candasnos. El siguiente pueblo sería Peñalba, y está a otros 10 kms. Hoy me he pegado un buen madrugón levantándome a las 5 de la mañana; la noche del 30 había celebrado “Fin de Año” con el Comando Barcino; la noche del 31 también la había celebrado, y el 1 había tenido a la familia comiendo en casa. Estoy cansada.

Roberto me ha recomendado un hotelito un par de kilómetros antes del pueblo, pero prefiero avanzarlos. Candasnos es un pueblo desértico. Un desvencijado letrero anuncia un bar, entro. De nuevo cesa el viento en mi cabeza, me tiene aturdida. Me da por comer patatas fritas, no me apetece nada más.

El dueño conoce el Camino pero me cuenta que el pueblo rechaza al Camino. Que sólo están preocupados por sus tierras, que no quieren nada con el peregrino, que no hay párroco, que no hay local habilitado ni habilitable.... que quizás, en verano, plante él alguna tienda de campaña... pero mientras tanto .... ná de ná! Además, según él, lo “normal” en esa zona es que pasen grupos con “autobús de apoyo”, pero no peregrinos solitarios... Me comenta que al salir del pueblo hay un par de pensiones.

Elijo la primera porque estoy cansada y porque se llama “El Pilar”. Más que una cama, necesito una ducha y algo para comer caliente.

Me adjudican una habitación con dos camitas por cuya ventana se cuela silbando el viento y una ducha de escaso chorrito. Hace frío; leo el mensaje del Papa con motivo del Año Santo, y releo veinte veces la fotocopia de la topoguía que llevo en el bolsillo. Optó por bajar al bar y tomar algo mientras espero a que sean las 9 para cenar pensando que allí estaré más calentita.

En el bar hay la panda de solterones del pueblo; me miran como a un bicho raro. Me rehuyen; noto que mi presencia les incomoda y violenta, son incapaces de hablarme y cuando (provocando un poco) les invito a compartir unas aceitunas, se quedan cortados, no saben como actuar, y me dan la espalda.

La cena es casera; en Cataluña no sabemos cocinar los cardos como en Aragón, y el ternasco maño sabe mejor. Mientras ceno, me llama un buen amigo. Sus palabras no me sientan bien; ya las meditaré mañana.

Me acuesto pronto, el frio y la hostilidad del ambiente no son obstáculo para que me duerma de inmediato.

II.- TRES ES MULTITUD: MR. CIERZO, DÑA. SOLE Y YO.

3 de enero de 2.004. Candasnos-El Ciervo. 33,5 kms.

Me despierto con la nariz helada, y al incorporarme, .... zas! La espalda que se queja! El mismo dolor y en el mismo sitio que en verano. Me niego a sentir el dolor, lo rechazo mentalmente, afortunadamente llevo un analgésico un poco fuerte; me convenzo de que en cuanto camine y se me caliente el cuerpo, ya no me dolerá.

Me habían dicho que un poco más tarde de las 8, me podrían dar algo para desayunar: un té caliente y un par de madalenas. Mi amigo Santiago -el de carne y hueso, y en buena parte responsable de que yo esté allí- me advierte de que no puedo perderme el despertar de los Monegros. El cielo es un conjunto de girones grises, rosados, azules ...

El siguiente pueblo es Peñalba. Son algo más de 10 kms. por una Cañada Real, de subidas y bajadas; primero, cerca de la carretera; después, por un barranco.

El Cierzo sigue soplando de cara pero creo que ya me he acostumbrado a él. Hoy ya no me impide pensar y empiezo a darle vueltas a los comentarios de dos buenos amigos peregrinos del día anterior. Mientras uno me había dicho "en el sofá de tu casa estarías mejor.... has perdido la cabeza ..... ¿qué necesidad tienes de pasar calamidades? luego nos lo contarás como una cosa muy bonita ....pero tú a mí no me engañas", el otro, el de la llamada mientras cenaba, había sido más duro: ".... estas no son fechas de irte al Camino, hay otras cosas que hacer en Barcelona.... la familia, los enfermos, tu madre .... las fiestas navideñas son para estar en casa, ... no deberías estar aquí..."

Durante los 10 kms. de Cañada Real, las palabras de Manolo y Jesús retumban en mi mente. Por primera vez en mi vida de peregrina me planteo abandonar, llamar a un taxi, llamar a Ramón que está en Lleida, ... dudo como no lo he hecho nunca.

Permitidme que no os cuente algunas “intimidades” de mi vida, pero realmente, me pregunté muy seriamente que qué diablos estaba haciendo yo allí. ¿De verdad mi sitio estaba en Barcelona? ¿De verdad me había equivocado? .... y si así era....... ¿ Debía rectificar y volver????

En esos 10 kms. me veo forzada a hacer moviola, a repasar relaciones y costumbres familiares, ver exactamente qué se espera de mí, qué haría si vuelvo a Barcelona, comprender que cada tierra, cada familia, tiene sus costumbres ... y que entre el 2 y el 5 de enero, tengo el derecho y el deber de disfrutar de mi Camino.

Además, tengo demasiados encargos para la Pilarica, tengo muchas, muchísimas peticiones, en especial, la salud de mi amigo Angel (y su recientemente fallecida hija) y la salud de mi tío Fernando. No les puedo fallar.

Al final, luchando contra el Cierzo y contra mí misma, y con la ayuda de Dña. Sole, consigo despejar cualquier duda. Logro olvidarme de las palabras que no me convencen, y con el ánimo renovado, sigo adelante!.
También me ayuda la simpática presencia de uno de esos toros de Osborne que jalonan el paisaje español; me paro para hacerle una foto y es como hacer borrón y cuenta nueva de los malos rollitos mentales.

La entrada a Peñalba se hace por el barranco del rio Valcuerna, dando bastante rodeo. A la primera mujer que me dice buenos días con una sonrisa, casi le doy un beso!.

En Peñalba no localizo ningún bar pero sí una panadería abierta. Mientras sigo buscando, decido ir a sellar a casa del párroco. Me acoge con hospitalidad; se está calentito, me ofrece un café con leche que le sale muy aguado pero que me sabe a gloria, y unas madalenas. Hablamos largo y tendido, ha hecho el Camino desde Ribadeo, y el Aragonés. Me cuenta que hace dos noches alojó a un peregrino, aunque no suele hacerlo (es posible que sea un hospitalero de Estella que empezó hace unos días en Montserrat).

Salgo reconfortada de Peñalba; la frialdad de Candasnos ha sido trastocada por las sonrisas de los paisanos de este pueblo. A partir de aquí, la gente con la que me encuentre ya no será o no se me hará ni fría ni inhóspita. Lo siento porque seguro que en Candasnos hay buena gente, pero .... yo no la vi!

Me alejo del pueblo por una cuesta; la calidez de cuerpo y espíritu que he recuperado me la hacen más liviana.

Tres kilómetros de carretera y el Camino hace un giro de 90º, quedando encarado hacia a Bujaraloz. En ese momento, mensaje de Santiago, hablándome de Bujaraloz. Es como si tuviera una webcam que me va siguiendo y de alguna forma, protegiendo.

Entre Bujaraloz y yo .... el Cierzo!

Y nada más. Bueno, si ... eriales y algunos campos que se han reconvertido en terrenos de regadío en los que aún no crece nada, un tractor a lo lejos, pájaros que me saludan .... pienso que si el peregrino Marc estuviera por aquí me daría unas cuantas clases de botánica y de ornitología de lo que soy absolutamente ignorante.

Llego hambrienta, creo que merezco una comida decente y caliente y voy soñando en unas magras con tomate que me comí en ese pueblo hará unos 25 años. Entro en el primer restaurante que encuentro. En el interior, se hace el silencio absoluto. Se me quedan mirando como si fuera una aparición, me imagino que debo ir un poco “despeinada” y que por eso me miran tanto.

Como y descanso un rato. Uno de los camareros quiere hacer el Camino y cuando el restaurante queda casi vacío nos pegamos una buen charla.

Bujaraloz tiene la parroquia dedicada a Santiago, pero ya son algo más de las 4 de la tarde, está cerrada y hay que continuar.

Al salir, me llegan los ánimos de Roberto. El ya ha hecho ese camino en solitario, está pendiente del viento, me informa de que sólo me quedan 8 kilómetros con el viento de costado. Estará en lo cierto en la distancia, pero en cuanto al viento, siempre lo noto de cara .... siempre....

La tarde declina, hace frío. En algún punto el Camino se pierde y hay que encontrarlo al otro lado de la carretera .... hay que caminar alerta. Quiero evitar la carretera, hay muchos camiones y el arcén es estrecho.

Cuando a lo lejos diviso un pequeño edificio que rompe la sobriedad del paisaje, el paso se aligera. ¿Qué será? me pregunto ... Alcanzo la ermita de San Jorge, un recuerdo especial a mi hermano y la seguridad de que sigo por el buen camino ya al otro lado de la carretera.

Con las luces del atardecer veo una gasolinera, ¿será mi destino? Sí, el antiguo hostal El Ciervo, hoy restaurante, aparece a lo lejos como un misterioso y vasto caserón. Me llama otro peregrino, Rasanca, cree que voy acompañada con algún Barcino y se sorprende de que mis compañeros sean Dña. Sole, la mochila y el bordón, ah! y Mr. Cierzo!!!.

Al llegar al Ciervo pregunto por Jesús, le cuento que vengo de parte de Roberto, que había llamado unos días atrás, que quizás me permitían dormir en un sofá .... me recibe con silencio y extrañeza. “Esto no es un albergue, no damos alojamiento a peregrinos ni a nadie.....”. Seguimos hablando .... va bajando la guardia .... se relaja, se olvida de cualquier prejuicio o prevención. Le sale su alma de hospitalero que tenía muy escondida y me ofrece un cuarto para dormir, una buena ducha caliente, una cerveza, y aún me invitará al desayuno del día siguiente.

En parte, sus temores vienen dados porque esa noche nadie se va a quedar a dormir allí. Me quedaré yo sola, encerrada por fuera, en un enorme complejo, la mitad deshabitado, donde el año pasado se alcanzó el punto más frío de España (-22º) y donde hace muchos, muchos años, Carmen Sevilla celebró su banquete de bodas con Augusto Algueró.

La habitación que me ofrece merece comentario aparte. Tiene goteras que se salvan con dos cubos prácticamente llenos. El último inquilino fumaba farias, y allí está su huella. Al somier le faltan lamas, el sofá está desvencijado y a trocitos, las paredes pierden yeso, hay que cruzar medio edificio para llegar al cuartito, el enchufe se ha fundido por una sobrecarga eléctrica ... pero se lo agradezco de corazón.

Jesús se anima con la charla jacobea y ya le brillan los ojos con una luz especial, creo que le empieza a gustar eso de acoger a peregrinos.

Un par de horas más tarde vuelve con su mujer para que me conozca, y me pide que mañana no salga muy temprano, que él vendrá a desayunar y a despedirse.

Cuando se va, me aconseja que de noche no abra luces por si pasa alguien y quiere entrar; y que bajo ningún concepto me acerque a las ventanas ni permita que nadie me vea desde fuera.

Me llama Tita Asun; quiere contarle a sus compañeros del albergue de Larrasoaña si he conseguido el sofá prometido .... me comenta que va a cenar espaguettis comunitarios; yo ceno sola porque no hay nadie más cenando en el vasto caserón, pero todo son sonrisas y calidez a mi alrededor.

Me acuesto pronto, prefiero no saber en qué momento me quedo de dueña y señora de un castillo sin llaves. Me acurruco en el saco mientras el Cierzo, sigue soplando....

III.- PINA DE EBRO: MOMENTOS INOLVIDABLES.

4 de enero de 2.004. El Ciervo-Fuentes de Ebro. 41,5 kms.

Mientras desayuno contemplo como el día va levantándose. Unos pájaros picotean en la entrada, creo que son garzas, urracas (me lo ha chivado Marc); antes los veía a todos iguales, ahora soy capaz de distinguir reflejos azulados en sus alas.

Llega Jesús sonriente a desayunar “de tenedor” con unos amigos. Me quedaría con ellos a charlar pero hoy me espera un día muy largo. Al salir constato que hace mucho frío, todo el margen izquierdo del Camino está helado por la escarcha; afortunadamente, el viento ha calmado.

El primer destino del día es la Venta de Santa Lucía, a 11,5 kms., Domenico Laffi ya habla de esa Venta en su libro. Para llegar allí, es necesario tirar por una torrentera con muy poquita agua y aguzar la vista en pos de algún punto de referencia que me aliente. El último tramo antes de llegar es por carretera, camiones que levantan fuertes ventoleras porque para ellos es bajada y se embalan fácilmente.

Cuando entro en la Venta pienso en la de peregrinos que han pasado por allí a lo largo de los siglos; y mientras me pido un te caliente, de inmediato saludan dos abueletes. ¡Peregriná!, con acento maño, claro (mi abuela Pilar era maña). Me siento con ellos, me hacen comer una tortillicá (sin mucha resistencia por mi parte), vinicó, cafeticó.... y me regalan un décimo de los ciegos .... (lástima que no ha tocado).

Charlamos largo y tendido y hablamos de las diferentes opciones para ir a Pina de Ebro, aunque desde ayer que ya estoy en este inmenso término municipal, uno de los más extensos de España. Resulta que por el Varillo de los Gatos es más corto pero no está marcado. La otra alternativa tiene 3 kms. más. Tiro por el camino marcado, prefiero seguir flechas aunque sean pocas, así me siento más segura.

Me alejo de nuevo de la carretera y al poco, a las 11,30 en punto, Luis y Lola me transmiten un concierto de campanas desde Praterías; escucho la Berenguela... no puedo hablar, se me saltan las lágrimas...

Es un “momento Camino”, ¿alguien se puede imaginar lo que significan esas campanas en medio de los Monegros?

Siguen unas tres horas desérticas y desoladas; de una naturaleza muerta pero cálida; de algún disparo de cazador que rompe el silencio; de liebres que cruzan alegres la senda,...

Por el Camino me alcanza un coche, uno de los abueletes de la Venta de Santa Lucía: "Peregrina.... sé que me vas a decir que no.... pero.... ¿te llevo?". Con la mejor de mis sonrisas declino el ofrecimiento y él lo entiende perfectamente.

Camino ligera, feliz, con mis pensamientos, con canciones recurrentes, ... con sol, con frío, .... con Dña. Soledad; casi casi añoro a Mr. Cierzo.

Cuando diviso la ermita de San Gregorio, sé que Pina está cerca. Un recuerdo para los peregrinos Gregorio y Goyo. Pina está cerca, es cierto, pero no llega nunca. Además, el suelo está plagado desde hace rato de muchas piedrecicás (sigamos con el acento mañicó), que no hacen fácil la marcha.

El asfalto de Pina se hace eterno, suspiro por llegar a la Plaza del pueblo, buscar un bar, comer algo, descansar, .... tengo calor pero la chavalería del pueblo va con el anorak puesto... Necesito parar.

Por circunstancias que no vienen al caso, conozco a dos abuelitas (una de ellas centenaria) que viven en Pina pero están pasando las Navidades con un sobrino en Barcelona. También conozco a los dueños del bar de al lado de su casa, pero al ser domingo está cerrado. Me meto en otro bar, suena música dominicana, merengue ... y suena una exclamación “La primera peregrina del año”.

Ya la hemos liado. Todos me quieren invitar e incluso firmar en la credencial. Mientras un paisano me quiere acompañar en un inexistente BMW, otro se ofrece a llevarme en la “fargoneta” prometiéndome que no se lo van a contar a nadie. Uno me da dos horas y media para llegar al siguiente pueblo, Fuentes de Ebro. Me asegura que saldrá con el coche por el Camino para constatar que no me ha pasado nada.

Me cuesta arrancar del Bar Mimo, un poco más y me secuestran.... Mientras cruzo el Ebro a la salida del pueblo, hablo con mi "Hermana" Pilar (mi compañera de este verano). Un camino dorado y precioso se refleja sobre el río, ¿será el camino que ella vio en Fisterra???

Impresiona cruzar el Ebro con la luz del atardecer. Baja majestuoso, rápido, con barro, ... me transmite paz.

El Camino que sigo, el Camino Catalán, se une con el Camino del Ebro justo antes de cruzar la vía del tren; se que no he de pasarla pero las flechas han desaparecido misteriosamente.

Pregunto a Dña. Sole y a Mr. Cierzo que ha vuelto a asomar la nariz. La intuición nos dice por dónde seguir. Llevo una hora caminando y sólo supongo que voy bien. Me llama el peregrino capi, tiene un encargo para la Pilarica muy especial. Mientras hablo con él, diviso un árbol a lo lejos con una flecha, no deja de ser un alivio ...

A medida que cae la tarde, el Cierzo va cogiendo confianza y se va intensificando. Contemplo la puesta de sol en el horizonte, todos los tonos rosados se van reflejando entre las lejanas nubes; es un crepúsculo precioso. En catalán decimos, “cel rogent, pluja o vent”, (cielo rojizo, lluvia o viento); ¿qué me deparará mañana la meteorología?

El peregrino Joan me había dicho que cruzaría la vía del A.V.E. una sola vez. Voy buscando las catenarias, sus característicos puentes azules. Las obras no han terminado del todo y camino entre montañitas de arena y piedras, por un paraje gris y provisional.

El A.V.E. obliga a un pequeño rodeo, y cuando empiezo a pisar el asfalto de Fuentes, Pilar me conecta una banda de gaitas al teléfono. Es el último empujón para llegar y guiarme por la torre de la iglesia. Hace unos dias, el párroco me informó de la existencia de un albergue, y yo, me lo creí a pies juntillas.

Por la calle, alguien se fija en mí. Es el seminarista de Fuentes y se sorprende de que yo confíe en dormir en el albergue. Hay un problema (según él, claro!), hay un transeúnte, un emigrante, y no es conveniente que me vea. Incluso me aconseja que atranque la puerta con la cama en previsión de no se sabe qué. A mí me sorprende tanta prevención pero a esas alturas, no soy capaz de discutir con él.

El seminarista “reparte” el albergue de Cáritas: la habitación con cama y ducha para mí; el sofá y la calefacción para el “otro”, quien en definitiva, no deja de ser otro peregrino de la vida.

El seminarista me invita a un concierto navideño pero prefiero no ir por temor a quedarme dormida y porque me apetece más una ducha y cenar algo caliente (en lo que va de día, sólo he comido tres bocatas!). Quedo con él a las 20,15, a la salida del concierto para que me abra la puerta del albergue de Cáritas.

Mientras ceno, un paisano se me acerca, me ha visto por el Camino y me reconoce. Charlo un ratito con él.

Los “endomingados” asistentes al concierto me miran con curiosidad a la salida. Una chica de mi edad me reconoce, “tú debes ser LA peregrina... nos han hablado de ti...” Veo que mi “fama” me precede. Los jóvenes de este pueblo son simpáticos, están preparando la cabalgata de Reyes y me invitan a quedarme; pero no puede ser, mis Reyes están en Barcelona.

Cuando llevo una hora medio dormida me sorprende un ruido: ññññiiiccc...... Se ha abierto la puerta y ha arrastrado la silla que la medio atranca.....

Soy incapaz de moverme, me quedo paralizada, pero creo que la visión que del “saco” tiene el “transeúnte” , le paraliza aún más que a mí pues se deja la puerta abierta. Pienso que soy una inconsciente y me duermo.

De repente, se hace la luz. Pienso que me he dormido y que los rayos de sol inundan la habitación. Pero la luz desaparece al instante y una voz, con fuerte acento africano, me pregunta la hora que es. “Las cinco”, contesto. “Pero.... ¿las cinco en punto?”, insiste. Miro el reloj sorprendida, (qué cara dura, pienso), “No, las cinco menos cinco”. “Ah! Gracias!”, y me cierra la puerta muy educadamente.

IV.- ¡YA SE VEN LAS TORRES!!!!

5 de enero de 2.004. Fuentes de Ebro-Zaragoza. 29,5 Kms.

Intento levantarme antes que los otros días. Quiero llegar pronto a Zaragoza y comer con mi amiga Asun. Pero, o paro mucho, o tengo fácil secuestro. Hasta las 5 de la tarde no tocaré el timbre de su casa.

Cuando abro la puerta del albergue de Cáritas la vecina de enfrente barre la calle y me mira con recelo. Soy un “transeúnte”. Realmente, ¿en qué me distingo de mi compañero de albergue?. En esa soleada mañana, en nada; seguro que a los dos nos miran igual de mal. Pero a la noche siguiente, yo tendré el calor de mi casa y de los míos; él, con un poco de suerte, tendrá otro sofá de Cáritas. ¡Gracias Dios mio!.

Tiro con unos higos secos hacia el Burgo de Ebro. Es un tramo fácil, pero de trece kilómetros; el Camino es ancho, el Ebro cercano; unos temporeros están recogiendo espinacas, ¿será uno de ellos mi vecino?.

Sol, silencio.... distingo diferentes cantos de pájaros, unos silban, otros trinan .... ¡qué bucólica me estoy volviendo!!!

Llego al Burgo muerta de hambre. A una señora bastante mayor le pregunto si hay un bar. Me hace gracia porque me contesta que en el local de los “mayores” hay uno, ¿y ella que es???, se sentirá una chavalita?? Reculo unos metros, y entro en el local social; me tratan de maravilla, pan con tomate, me invitan a cortados varios ... Me cuesta levantar el vuelo con gente tan amable.

Camino junto al Ebro, ¡qué paz! En ese tramo están los “galachos” del Ebro; son recodos donde parece que el rio recula; la vegetación ha ocasionado extraños remansos, son reservas de la naturaleza y hasta está prohibido tocar el claxon para no espantar a las aves. Me imagino ese paisaje en primavera, debe ser fantástico. ¡Tendré que volver!

Con la vista voy escrutando el horizonte; chimeneas contaminantes, la depuradora .... a lo lejos, un nevado Moncayo culpable del Cierzo que me ha estado acompañando estos días pasados.

La primera visión que tengo de las torres de la Basílica del Pilar me pilla mientras hablo con mi amigo el peregrino Goyo. Le transmito mis dudas, ¿será una ilusión óptica o realmente son las torres ???.

Desde ese momento, las torres desaparecerán y aparecerán de mi vista; mando un montón de mensajes y llamo a mi madre y a algunos amigos que sé que caminan conmigo: “ya se ven las torres”, es como un grito de guerra, de alegría, de haber alcanzado una meta, de haber llegado a mi Santiago particular.

La Cartuja de la Concepción me sorprende. Ante mí, se abre un patio rodeado de edificios del siglo XVII todos en desuso. La iglesia, la hospedería, los almacenes, el capítulo de los monjes, el refectorio .... poco o nada puedo ver; si aguzo el oído, puedo oír el susurro de los hábitos de los cartujos mientras pasean silenciosos por el enorme claustro. Se que en la iglesia hay unas pinturas de Bayeu, pero es necesario pedir cita con mucha antelación.

En el campanario, un nido de cigüeñas de 600 kg. amenaza la estabilidad de la torre (lo he leído en los periódicos locales) Una mujer incluso me comenta “¿no serán conscientes las cigüeñas del daño que pueden causar? ¿para que querrán un nido tan pesado?”. Y yo... ¿qué le contesto?

La tentación es demasiado fuerte y entro en un bar para un breve descanso. Ya la hemos liado! Otra vez, la encantadora gente de esta tierra está a punto de secuestrarme.... empezamos hablando de maderas de bordones y acabamos brindando por los presentes y los ausentes ....

Desde La Cartuja, sigo por polígonos industriales y por la autovía recién construida. En la fábrica Mahezasa tomo la opción más corta, sigo por un tramo de autovía y pronto cruzo el letrero del término municipal de “Zaragoza”; recuerdo cuando el pasado 16 de agosto Pilar y yo cruzamos similar letrero donde indicaba “Santiago”.

Me entra un ataque de “connecting people” y siento la necesidad de llamar a un montón de amigos que han venido en mi mochila en estos kilómetros. En especial, hablo con Angel, con mi primo Alberto, con dos amigas que se llaman Pilar (una peregrina y la otra no) y finalmente, con mi "Hermana" Pilar.

Faltan unos minutos para las cuatro y por fin entro en la Basílica del Pilar.

Voy directa a los bancos que hay frente a la Reina de los Peregrinos y caigo arrodillada y temblando frente a la Pilarica; estoy emocionada, se me escapa un suspiro un poco fuerte.... pero hay tanta devoción en esos primeros bancos... que nadie se sorprende ¡qué bonito!

Al rato, me arrodillo frente a Santiago, frente a un amigo al que no puedo abrazar porque una verja nos separa. Es curioso ese Santiago peregrino porque tiene dos calabazas, una en el bordón, y otra en el cinturón.

En esos bancos, frente al Apóstol, sólo hay un chico joven, no es peregrino, me parece que llora. Está muy recogido y no sé si decirle algo. Dejo mi bordón en un banco y me voy a sellar y a comprar unas velas (una de ellas, petición especial de capi). A la vuelta, el chico ya no está.

Al poco rato, aparece Tomás con su mujer; es un peregrino al que conocí en mayo y con el que compartí cenas en Hospital de Orbigo, Rabanal y Ponferrada. Es una alegría poderle ver de nuevo. Nos tomamos un vinito rápido y me acompaña a casa de mi amiga Asun, no sin antes regalarme un llavero con la Pilarica y unos pendientes. La charlita con ellos me sabe a poco.
Asun es una perfecta hospitalera, pero es demasiado corto el rato que estoy en su casa. Ducha, comida, calor humano, amistad, cariño... Si algún día hago el tramo de Zaragoza a Logroño o a Santiago, seguro que empiezo en su casa!!!.

En un tris, Asun me acompaña a la estación de autobuses, hace días que me compró el billete para el de las 18,30 h. Cuando el autobús arranca el móvil me refleja un número de Zaragoza, ¿quién será?. Es un conocido "virtual", “gregoriodezaragoza” se ha enterado de que estoy allí... lo lamento de veras, pero ya no hay tiempo.... se acaba el Camino y ya estamos con las prisas, con el reloj en la mano .... ¡qué pena!.

Pero volveré, ... volveré a Zaragoza porque siempre he vuelto .... volveré por Asun, por Tomás y Juani, por Gregorio, por el Ebro, por Santiago, y sobre todo ... por la Pilarica!!!!!!

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